CARTA - Por estos pasillos de RCTV
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Jorge González (Productor, presentador y empresario).
Escribir lo que significó para mí el cierre de RCTV en estas líneas será un trabajo sencillo y breve. Sin medias tintas. Sin tartamudeos. Una reflexión honesta que diluye el presente que soy en el pasado que fui; pero, sobre todo, que se arma de valor para pensar en el futuro que seré.
Mi nombre: Jorge Antonio González Oropeza. Trabajé para RCTV de forma directa e indirecta, en distintos momentos de mi vida. Pero, además, RCTV estuvo conmigo desde siempre, como televidente, como sustento de mi familia, como escuela y como ejemplo a seguir.
Nunca sabré con certeza cuándo fue la primera que entré en las instalaciones físicas del canal, porque gran parte de mi familia trabajó para esta empresa y pudieron haberme llevado muchas veces en el transcurso de mi infancia.
Mi mamá, Beatriz Oropeza, fue la primera mujer directora de televisión del país y hoy en día es una de las personas que más admiro por su capacidad, su constancia y su entereza. Luego de haber comenzado su carrera en RCTV, lleva más de 40 años aportando su talento a la televisión venezolana.
Mi tía, Isa Dobles, fue productora y presentadora de los programas más vistos en Venezuela durante muchos años. Una mujer culta, carismática y recia. Talento de RCTV. Hoy en día una referencia obligada en el periodismo venezolano.
Mi hermano, Nelson Bustamante, creador de este proyecto que hoy tienes en tus manos, es considerado el presentador más querido y respetado por los venezolanos. Un ejemplo desde todo punto de vista. Un trabajador. Un luchador. Un grande. Cualquiera de ellos pudo haberme llevado por primera vez a RCTV cuando era niño. Recuerdo haber estado mil veces allí, en sus espacios, en sus pasillos. Recuerdo el ambiente, las cámaras, los estudios, el sonido de la gente, contagioso, agradable. Provocaba quedarse.
Sin embargo, la primera vez que entré al canal con un carnet que llevara mi nombre fue en el año 2004, cuando Luz Elena Calero me entrevistó para optar por el puesto de Productor Creativo en la Gerencia de Marca.
Fue una época que siempre recordaré, que agradezco, que atesoro, y en la cual aprendí mucho desde todo punto de vista porque en una empresa como RCTV uno tenía la fortuna, tal vez coyuntural, de compartir con gente de gran trayectoria y crecer junto a ellos. Trabajar en RCTV era formarse en el mejor lugar posible, porque allí mismo, en sus espacios, en sus pasillos, en sus estudios, había nacido la televisión de Venezuela.
Recuerdo, entre tantas otras experiencias, haber viajado por todo el país con una enorme franela de La Vinotinto (de 14 metros de ancho por 19 metros de largo, con el logo de RCTV), la cual desplegábamos en los juegos de la selección al momento del Himno Nacional. Entonces, una marea de miradas húmedas aplaudía conmovida.
De esta forma, trabajé detrás de cámara como productor, pero luego también lo hice frente a cámara como actor y, más adelante, como presentador en programas de entretenimiento. RCTV me dio la oportunidad de explorar el medio y de explorarme a mí mismo para encontrar mi camino.
Estuve al aire dos años presentando un espacio sabatino llamado “Locos por el Cine” en el cual mostrábamos las películas que estaban en cartelera y, además, entrevistábamos a los actores de Venezuela y de Hollywood. La visión global del medio que me dio RCTV y que, lamentablemente, hoy en día NO tienen los jóvenes que están comenzando a formarse en la televisión, es única. Corrijo: era única.
Así, durante años, y en distintas circunstancias de mi vida, caminé por los pasillos de RCTV. La última vez que entré al canal fue, precisamente, con motivo de este proyecto, cuando entrevistamos a 23 ex-empleados, quienes decidieron ofrecernos un estatus de sus vidas luego del cierre. Yo hice una de las dos cámaras. Mi hermano los entrevistó.
Fue una experiencia muy dura, muy amarga. Escucharlos a todos hablar de forma tan genuina y nostálgica sobre un hecho que cambió sus vidas para siempre dejó en mi alma un sabor salado, oscuro y contundente. Verlos sufriendo por algo en lo que aún hoy, a cinco años del cierre, quieren y defienden como propio, eso fue conmovedor. Observar a Pantoñito, un director de camarógrafos quien, luego de 30 años en RCTV, explica que tiene que “guapear” en la calle trabajando en un carrito de “raspaditos” porque no hay canales que le den la oportunidad. Verlo destrozado, llorando como un niño, todo eso fue, simplemente, lamentable e indigno.
Ya para el 27 de mayo del 2007 (funesto día para la historia de nuestra nación), yo ya no salía al aire a través de RCTV. Pero no importaba dónde trabajara. Ahí estaba yo, en mi casa, indignado, incrédulo, observando impotente cómo se engranaba una estruendosa injusticia. Ahí estaba mi hermano, en una pantalla agónica, con la vida en la garganta, transmitiendo las últimas palabras de un canal heroico y moribundo. Ahí estaban los artistas, técnicos y empleados del canal y de otros canales, dando la cara, y apoyando a sus compañeros y amigos. Y ahí estaba el pueblo, el verdadero pueblo, en todo el país, atónito, confundido, de luto.
En lo personal, considero que el 27 de mayo del 2007 el Presidente Hugo Chávez cometió el dramático error de cortar el árbol más frondoso que tenía el bosque audiovisual en Venezuela. Fue lamentable y triste. ¡Cómo negarlo! Pero, lo que muchos no saben, o no han visto aún, es que antes de llevarse los restos de aquel árbol, una semilla cayó al suelo, comenzando un proceso de germinación en un terreno que nunca antes había sido más fértil. En otras palabras, lo que hizo este régimen al cerrar el canal fue dejar a RCTV al borde de la leyenda. Una leyenda que, indefectiblemente, apenas comienza…
Los regímenes totalitarios son idénticos en todas partes del mundo: hacen daño, mucho daño, pero dejan luego un camino inédito, abierto al desarrollo, y unas ganas acumuladas de quienes desean reconstruir aquello que algunos patéticos, prescindibles e indoctos empleados públicos con exceso de poder habían quebrado. Y así sucederá con RCTV. Volverá. Y lo hará gracias a su gente, a esa masa (muchas veces anónima) de quienes dejan la vida por una convicción. Y entonces, ya RCTV no será sólo el canal más importante de Venezuela. Será más. Será mucho más.
Hoy en día no me desempeño como productor, ni como talento. Luego de haber probado diferentes áreas, creo haber encontrado mi camino. Hoy en día soy gerente de mis propias empresas, audiovisuales y editoriales. Hoy, más que nunca, desde esta nueva perspectiva, entiendo la grandeza de un canal como RCTV.
Hoy comprendo lo complicado que es tener una empresa propia y entiendo todo lo que implica levantar una compañía desde cero, una empresa que nadie conoce y tratar de llevarla a muchos lugares. Hoy vivo a diario la complejidad de crear una estructura sustentable, que genere empleos y bienestar, que genere rentabilidad, pero que además aporte algo a la gente. Hoy más que nunca entiendo lo difícil que tuvo que haber sido para sus socios, para sus empleados y para sus millones de televidentes el día en el que, de forma injusta y desproporcionada, una sola persona decidió quitarle la señal al canal con más encendido y con más trayectoria del país.
Como emprendedor audiovisual y pequeño empresario que soy, deseo profundamente que algún día mis empleados vean en mi empresa lo que los trabajadores de RCTV veían en su lugar de trabajo: un ejemplo, una escuela, una casa y una razón para vivir. Admiro exponencialmente ese sentido de pertenencia que generaba el canal de Quinta Crespo. Lo admiro y, sobretodo, intuyo que he de replicarlo alguna vez.
Así, escribir lo que significó para mí el cierre de RCTV en estas líneas, como dije al inicio, fue un trabajo sencillo y breve. Sin medias tintas. Sin tartamudeos. Significó otro de los tantos pasos hacia atrás que ha dado este régimen indigno y despótico. Significó dejar sin empleo a miles de personas honradas y decentes. Significó destruir en segundos lo que tardó más de medio siglo en ser construido. Significó desparpajo, impunidad y soberbia. Significó barbarie, retroceso y mediocridad. Pero, sobre todo, significó una reflexión honesta que diluye el presente que soy en el pasado que fui, y que se arma de valor para pensar en el futuro que seré.